Desde
el Movimiento
Ecuménico por los Derechos Humanos –
Regional Mendoza, REPUDIAMOS la represión ejercida por el Estado argentino,
en sus distintos estamentos, sobre sectores de nuestro pueblo que luchan por la
defensa de legítimos derechos.
Nos
encontramos por cumplir un año como testigos de la vulneración más burda del
Estado de Derecho en Jujuy, a partir del presidio político de la dirigente
social y diputada de UNASUR electa Milagro Sala. En sintonía, el accionar
represivo y violento sobre la comunidad mapuche de Cushamen en Chubut, los trabajadores
“manteros” del Barrio de Once en la Ciudad de Buenos Aires y los feriantes de la
Feria Popular de Guaymallén en nuestra provincia, todos hechos ocurridos esta
semana, evidencian que el gobierno en funciones está decidido a resolver la
conflictividad social por la fuerza y en favor de los poderosos, muy lejos de
su falaz prédica republicana y democrática de campaña.
De
esta manera, el Estado busca crear y catalogar a su enemigo, como ya lo hizo
alguna vez con los “subversivos”, “anarquistas”, “peronistas”, “comunistas” o
incluso “gauchos”, cuando el gaucho era rebelde. En esa dirección, a la acostumbrada
estigmatización sobre nuestros jóvenes-pobres-morochos, expresada en un alarmante
aumento de los casos denominados como “gatillo fácil”, proyecta la baja de la
punibilidad a los 14 años para incluirlos formalmente en el menú de persecución.
La
fenomenal transferencia de ingresos hacia los sectores más ricos de nuestro
país ejecutada en los primeros días del gobierno de Macri, fue la señal
ineluctable del deterioro que actualmente, y camino a profundizarse, sufre la
mayoría de nuestro pueblo.
Aquel
gesto iniciático de la administración gobernante, comenzó a pagarse al instante,
con un fenomenal ajuste financiado por la mayor deuda contraída en la historia
argentina, acentuado con baja de salarios, flexibilización laboral y desempleo,
tarifazos, recortes presupuestarios en ciencia, salud y educación, desprotección
de niños y ancianos, desindustrialización, etc., desmantelando el tejido social
y postergando a la pobreza a millones de compatriotas.
La
reproducción natural de esa complicidad civil que aún buscamos juzgar y penar
como partícipe, cómplice e instigadora del genocidio acaecido en la última
dictadura, hoy se halla al frente del Estado, bajo el gobierno corrupto de los
“CEOS” y el celoso blindaje mediático y judicial.
Por
otra parte, advertimos que el cambio de rumbo político en la región tras la
confluencia de gobiernos de tinte neoliberal, brinda las condiciones para que
los Estados sumen a su actividad represiva, violenta e ilegal, cuotas de sistematización
y coordinación. De manera análoga al funesto Plan Cóndor, y acoplados en el discurso
dominante de intolerancia y xenofobia, la avanzada neoliberal acomete ferozmente
sobre cualquier acción de amparo a los derechos humanos, sean estos económicos,
culturales, sociales o políticos.
A
modo de ejemplo, el asesinato político de la referente de la comunidad lenca de
Honduras Berta Cáceres, en marzo pasado, y la agudización de la violencia y
persecución a pobladores indígenas en Chile, Brasil, Perú y Paraguay revelan esta
lógica.
El
minucioso trabajo sobre el sentido común les redituó una vez más y los
saqueadores de siempre ni siquiera disimulan sus colmillos. Su apetito, en esta
nueva renovada fase extractivista, se centra sobre los aún abundantes recursos
naturales de América Latina. En ese sentido, como denuncia el periodista
Horacio Verbistky en una reciente publicación, los hechos son congruentes “con las definiciones del Comando Sur de las
Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, que desde fines del siglo pasado insiste
en ubicar entre las ‘nuevas amenazas’ a la seguridad al indigenismo o el
nacionalismo indígena, junto con el terrorismo, el narcotráfico y el populismo
radical”.
Es
a partir del ejercicio de la Memoria, la búsqueda de la Verdad y la lucha por
la Justicia, que instamos humildemente a resistir y luchar, a tomar partido y
comprometerse con la acción, a neutralizar el miedo y solidarizarse, a
denunciar y hacer visible cada acto que vulnere nuestra condición humana.
La
historia transcurre tiempos complejos y se reitera hostil con los más débiles.
Por lo que como buenos aprendices debemos izar las banderas de nuestros 30.000 compañeras y compañeros detenidos - desaparecidos.
¡Presentes! ¡Ahora y siempre!
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